14 años del fatídico 27F: Resiliencia de una región y las lecciones de un rescatista

En el Gran Concepción, el recuerdo del fatídico 27 de febrero de 2010 persiste como un eco doloroso en la memoria colectiva de la región del Biobío. El terremoto y el tsunami que devastaron gran parte de las zonas centro y sur del país dejaron una marca indeleble en el tejido social y físico de esta ciudad.

Hoy, al conmemorar el decimocuarto aniversario de aquel evento catastrófico, nos encontramos reflexionando sobre el camino recorrido y los desafíos que aún persisten en el proceso de reconstrucción.

Con 525 personas fallecidas y un 3% de la población en condición de pobreza, además de cuantiosos daños económicos equivalentes al 18% del PIB Nacional, la nación enfrentó una crisis sin precedentes en su historia reciente.

Desde el primer día, el proceso de reconstrucción se convirtió en una batalla contra el tiempo, una carrera vertiginosa por restituir la calidad de vida de miles de familias afectadas por la doble catástrofe: el sismo y las embestidas del tsunami. Bajo el liderazgo del entonces presidente Sebastián Piñera, se inició un arduo trabajo para reconstruir lo que la naturaleza había destruido.

Uno de los casos emblemáticos en la zona es el del Mercado de Talcahuano, cuyo proceso de reconstrucción se vio obstaculizado por trabas legales y burocráticas, como el Informe de Mitigación Vial (IMIV), retrasando la recuperación del comercio local y subrayando la urgencia de mejorar el sistema de atención a personas con problemas de salud mental, así como garantizar la seguridad de los trabajadores.

Los impactos del terremoto se extendieron más allá de daños puntuales, afectando la infraestructura en su conjunto en el Gran Concepción. Un claro ejemplo es el hecho de que más de una decena de comunidades escolares siguen, después de 14 años, asistiendo a clases en escuelas modulares, sin proyectos de inversión programados para mejorar su situación.

En las calles de Concepción, cada edificio restaurado y cada calle repavimentada cuenta una historia de perseverancia y superación. Sin embargo, detrás de la aparente normalidad, aún se pueden apreciar las heridas estructurales en la ciudad, como es el caso del terreno donde se erigía en edificio Alto Río, actualmente una suerte de estacionamiento irregular.

Rescate en primera persona

Un testigo en primera línea de las magnitudes ocasionadas por la tragedia fue Marco Loyola, bombero voluntario de la 1ª Compañía de Concepción y miembro activo del grupo de Trabajo Operacional (USAR) ese 27 de febrero de 2010 en la localidad de Dichato.

Loyola, en conversación con LPEM Noticias, recuerda vívidamente la devastación que encontró al llegar a Dichato. «Nos mandaron como grupo de búsqueda y rescate a Dichato y ver la devastación y tratar de caminar por el terreno de lodo, de las casas que estaban completamente fuera de lugar, ver los barcos, lobos marinos que estaban esparcidos por distintas partes de la zona terrestre en el fondo que era su área, fue durísimo«, relató.

Más allá del horror presenciado, Loyola aprovechó de entregar recomendaciones para las comunidades afectadas por desastres naturales, como forma de evitar los desastres humanos provocados por las fuerzas de la naturaleza.

«El mensaje o consejo principal que le doy a las comunidades es que cuando sientan un movimiento telúrico del que no pueden permanecer de pie, no esperen la alerta«, afirma categóricamente.

«Si están en las zonas costeras, salgan de ahí. La mayor cantidad de fallecidos que tuvimos fueron en las zonas costeras y fueron precisamente porque, pese a que había una cultura de decir muy terremoto, mucha gente esperó la alerta«, agregó.

Además, destaca la importancia de la organización familiar. «Siempre estar preparado con una zona para juntarse. Es lo más angustiante cuando hay un terremoto. El no saber dónde tienes que ver a tus familiares«, manifestó.

Las palabras de Marco Loyola se condicen con las recientes tragedias a nivel nacional. A medida que entramos en una nueva fase de recuperación, marcada por los recientes incendios forestales y futuras etapas de alerta y respuesta, es fundamental que aprendamos de las emergencias pasadas y utilicemos estos conocimientos para mejorar nuestra capacidad de respuesta.

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