Por: Daniela Aguilera Bizama, Directora Técnica Administrativa de Hogar Juan Pablo II, Arauco.
Ante el evidente envejecimiento acelerado de la población, la soledad y el aislamiento entran a formar parte de la vida de muchas personas mayores de nuestro País, como consecuencia, una serie de efectos negativos afectan su bienestar físico y emocional.
La pandemia ha sacado a la luz esta realidad invisible, pero ya conocida por todos nosotros. La pregunta es, ¿qué podemos hacer para mitigar esta situación? Cómo sociedad tenemos un rol importante, nuestra participación y responsabilidad por las personas mayores, lo que aportan las políticas públicas, las empresas, la familia, los amigos, las relaciones con la comunidad y actividades sociales, sin dejar de lado el papel que supone el valor de la solidaridad en el voluntariado, buscando la oportunidad de convertir la “soledad” en “solidaridad”. Todo esto, en conjunto, contribuye directamente en lograr disminuir y ojalá eliminar este sentimiento de soledad no deseada en las personas mayores.
El 18 de Agosto de 1952 un hombre de extraordinario carisma dejó este mundo para nacer al cielo. Luchador incansable de la justicia social y de la dignidad de las personas en condición de pobreza. El Padre Alberto Hurtado nos dejó con su partida un ejemplo de vida, ejemplo que ponemos en práctica día a día todos aquellos que somos parte de Fundación las Rosas, un lugar que te enseña a trabajar con sentido, con amor, alegría, empatía, responsabilidad, amistad y complicidad.
Es por esto que los invito este mes a reflexionar sobre cómo vivimos la solidaridad, pensar en como nos gustaría ser tratados cuando lleguemos a ser personas mayores, cuanta compañía, respeto, tolerancia y empatía queremos que el otro tenga con uno mismo, pensar primero en el otro y después en nosotros. Este mes nos recuerda que no estamos solos, que debemos no solo preocuparnos, sino que también ocuparnos de nuestras deudas pendientes que tenemos con los adultos mayores.
¿Cómo ayudamos al que nada ni a nadie tiene? Haciéndonos parte, quitándonos la venda de los ojos y responsabilizándonos de las personas mayores, esa debería ser la respuesta de todos. En nuestro Hogar una muestra de solidaridad puede ser un abrazo sincero, una palabra, un acompañamiento, una visita inesperada, la cual es retribuida con la sonrisa más sincera y el amor más profundo que podemos recibir de una persona mayor. Con estas acciones tan simples, podemos seguir con el legado que nos deja el Padre Alberto Hurtado, que nos dice “Servir, dar, amar, llenar mi vida de los otros»
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