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Comenzó exposición «La memoria de las flores» con muestras inspiradas en artesanias de Quinchamalí

La exposición que reúne diseño, sonido y orfebrería, fue creada por artistas visuales en conjunto con la familia Betancur-Rodríguez, estará hasta el 27 de enero en Casa Gonzalo Rojas de Chillán.

Explorar y valorar dentro de la práctica alfarera rural, el oficio del «pintado» o esgrafiado fitomorfo, típico de la loza negra de Quinchamalí en la Región de Ñuble, ha sido el objetivo del proyecto “La memoria de las flores”, desarrollado por las artistas visuales Tania Vásquez, Andrea Rioseco, y José Agustín Córdova. Lo que buscan es ser un aporte al conocimiento específico de está técnica, poniendo en valor este patrimonio a través de la memoria, su transmisión intergeneracional y sus significaciones latentes.

El nombre de esta técnica ornamental tradicional, que es patrimonio cultural inmaterial en Chile, deriva de los antiguos pintados con motivos vegetales, que cultoras realizaban con agua de greda en los ceramios de la zona. Este oficio ha dado pie a múltiples variantes, dejando huella en los ya clásicos incisos blanco-sobre negro, los que todavía las cultoras ejecutan con aguja de vitrola.

El sello indiscutible de la identidad de Quinchamalí, fue representado en este proyecto por tres cultoras de la zona, como lo son Rita Rodríguez, su hija Flor María Betancur y su nieta Dania Juliett Betancur, con quienes generaron un importante diálogo entorno a la tradición y el presente, teniendo como eje sus argumentos y experiencias.

Del resultado, Flor María se siente completamente orgullosa. “Las fotografías, el montaje de cada pieza, los detalles que le dieron con un enfoque muy bonito, tiene mucho significado para nosotras, representadas por el diseño tradicional que es la flor del cerezo. Además, el poder haber compartido con los artistas, y poder aprender de otras áreas, compartir sus ideas con las de nosotras, fue un tremendo trabajo”, destacó. También su sobrina Dania, se sintió muy representada con el trabajo logrado. “Es importante para mi y todas las alfareras de Quinchamalí, se ve el esfuerzo que hubo de parte del equipo y de nosotras, porque para mi es importante mantener esta tradición”.

El proyecto Fondart Regional de Cultura Tradicional y Popular convocatoria 2022, estará en exposición en Casa Gonzalo Rojas de Chillán, ubicada en El Roble 1051; y luego desde el 2 de febrero, podrá verse en el centro cultural San Carlos de Itihue.

Al respecto, la seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de la Región de Ñuble, Scarlet Hidalgo Jara, señaló que “es un muy buen trabajo de coordinación, no solo con ornamentación tradicional, sino con nuevos diseños que cuentan sobre la historia y tradición de Quinchamalí, las que aún se viven en nuestra región. Además, da a notar un gran proceso de investigación con todos sus detalles y me parece muy interesante incorporar códigos QR que permiten escuchar registros de audio de la historia y vida de las cultoras, me parece un excelente resultado”.

En esa misma línea, Andrea Rioseco valoró el enriquecedor proceso. “En la conversación cotidiana se presentaron hallazgos interesantes como la estrecha conexión de las alfareras convocadas, con el uso de las flores como remedio del cuerpo y el alma. Esto dio pie a vincular nuestra búsqueda de motivos fitomorfos, con aquellas costumbres, creencias y saberes que son propios del espacio rural y su imaginario compartido”, comentó.

Por su parte, Tania Vásquez explicó que “se trata de un trabajo de orfebrería que completa los volúmenes diseñados por Andrea,  una propuesta tanto visual como sonora. Hay piezas como un mantel, guantes, un poncho, en las que se mezcla el oficio del metal con la cerámica, acompañadas de registros de audios en unos volúmenes muy interesantes”. En definitiva, una producción colaborativa multidisciplinar que aúna en diseño: fotografía y creación de objetos cerámicos; en sonido: el registro de campo y relatos orales; y en  orfebrería: la joyería de autor e indumentarias personalizadas.

También José Agustín Córdova, valoró el acercamiento con las artesanas cultoras de la zona. “Han sido muy generosas, me hicieron parte de su núcleo, lo que me ha permitido capturar imágenes con total naturalidad, sin ser invasivo, retratando su cotidiano, intercambiando saberes y conocimientos desde lo creativo, también desde la generosidad que entregan con mucho amor y cariño”, destacó.

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